domingo, 4 de junio de 2017

EL NOVENO PASAJERO



-Tierra llamando a la Estación Espacial M88. ¿Me reciben? 

¿Hola? ¿Me oyen?

Sherlock había sido llamado para realizar una misión. Se respiraba la tensión en el aire, sabía que era importante. Sherlock Holmes era astronauta desde hacía ya 10 años y era reconocido por su capacidad de deducción y su racionalidad a la hora de resolver problemas. Entró dentro de la sala en la que había sido citado y se encontró al General Oficial Mr. Kohan. El general empezó a hablar:

-Sherlock, requerimos de tu ayuda para resolver un caso. Ayer recibimos una señal de socorro enviada desde la estación espacial M88 y cuando intentamos contactar con ella nadie responde. Necesitamos que vayas y averigües qué ha pasado. Te acompañará un equipo de 7 personas, ya tendréis tiempo de conoceros.

Al día siguiente todo el equipo subió al transbordador y dejó las cosas en sus respectivas habitaciones. Sherlock compartía habitación con Watson, su compañero de trabajo. Watson era regordete, con un bigote rubio y frondoso y un carácter bastante social y alegre. 

El transbordador despegó y todos comenzaron a acomodarse. No era un hombre muy social y prefería estar solo la mayor parte del tiempo así que Sherlock volvió a su habitación y se dispuso a tocar el violín. Sí, se había llevado su preciado Stradivarius al espacio. Colocó el arco en las cuerdas y finamente deslizó el arco hacia abajo. Pero súbitamente un ruido lo detuvo. Era un ruido apenas perceptible, sin embargo lo oyó y lo peor de todo: no supo identificarlo. No obstante, supuso que sería un ruido del motor del transbordador y siguió ensayando el Pugnani de Kreisler

La hora de la cena del séptimo día se aproximaba y Sherlock fue a reunirse a la cocina con los demás, pero Watson le interrumpió por el pasillo y le dijo: 

- Sherlock, no logro encontrar a Brent,-uno de los dos Oficiales de Camisa Roja- lo he buscado por todas partes y no sé, no lo veo. 

Sherlock sabía que Watson se alarmaba con cualquier tontería y le contestó:

- No te preocupes y acompáñame a reunirnos con los demás, el hambre no tardará en traerlo a la cocina. Venga, vamos.

Watson asintió y siguió a Sherlock. Ambos llegaron al comedor donde se encontraba la tripulación. Allí se encontraron con Abby, una chica pelirroja con el pelo trenzado y muy esbelta. Abby era la capitana y había establecido que las tres comidas principales serían en reunión, así podrían poner en común todas las novedades y discutir las diferentes acciones que llevarían a cabo a lo largo del viaje, ya que iban a ser unas largas semanas hasta que llegasen a la estación espacial M88. 

Se sentaron en la mesa, pero faltaba Brent. Lo llamaron por el walkie talkie y nada. En su habitación no había nadie. Theresa, la segunda Oficial de Camisa Roja se ofreció a buscarlo por la nave. A Watson le temblaban los labios y Sherlock fue a hablar con él para averiguar qué era lo que sabía.

-Resulta que he escuchado un grito ahogado mientras Brent se duchaba, pero no he querido ser un entrometido e inmiscuirme en la vida de los demás. Así que no le he hecho mucho caso.

-Entiendo.- Contestó Sherlock.

-Un rato después he pensado en ir a comprobar si todo estaba en orden y he ido a la habitación de Brent pero… no había nadie.- a Watson le temblaba la voz-. He buscado por todas las habitaciones de la planta y no lo he encontrado. Entonces es cuando he pensado en pedirte ayuda. 

Abby se acercaba a ellos mientras terminaban de hablar, venía junto a Logan, el técnico del equipo. Logan era musculoso, rubio y ojos claros. Watson se sentía pequeñito a su lado. La capitana les dijo:

-Chicos, tengo un problema en la sala de motores y no quiero decirlo a toda la tripulación. Me gustaría que vinieseis con nosotros a verlo, en silencio.

Los cuatro se dirigieron con paso decidido a la sala de motores. La suela de las botas hacía resonar el metal del suelo. Mientras andaban por un pasillo notaron una ráfaga de viento por encima de sus cabezas. 

- ¿Qué ha sido eso?-gritó Watson.

- ¿Qué he dicho? Silencio.- le recordó Abby. 

Siguieron andando firmemente, pero otra vez notaron un aire a una gran velocidad por encima de sus cabezas. Logan, que iba el primero, se detuvo y miró hacia el techo. Todos respiraron profundamente y en un abrir y cerrar de ojos, Logan estaba partido por la mitad. No había sangre, no había dolor. Sólo cables rotos y aceite por el suelo. Sherlock y Abby se quedaron perplejos y Watson exclamó:

- ¿Es un robot? Bueno, era un robot. 

Sherlock y Abby ya corrían hacia atrás mientras él reaccionaba. 

- Con ese cuerpo era imposible ser humano…-se consoló Watson.

Los tres corrieron hasta que llegaron a la primera sala que había, la de hibernación. Allí se encontraron con la doctora Emily, una chica bajita, delgada, con pelo corto moreno y gafas. Estaba tomando apuntes y tocando diversos botones de una cápsula cuando los tres irrumpieron estrepitosamente. Abby tartamudeaba intentando explicarle a Emily todo lo que acababa de pasar:

- Emily, Logan…un robot…algo lo ha partido, yo…hemos salido corriendo…

Sherlock se puso a pensar. ¿Qué había partido a Logan en dos mitades? ¿Por qué desaparecían personas misteriosamente? Llegó a la conclusión de que algún ser tuvo que haber entrado el día en el que escuchó aquel ruido tan extraño. Por motivos desconocidos se ha llevado a dos personas y ha matado a una tercera, que no era una persona, pero contaba como miembro de la tripulación. 

Mientras Sherlock buscaba una explicación, Watson caminó hacia la cabina en la que antes estaba trabajando Emily. Con su mano derecha apartó el vaho del cristal y descubrió a Samantha, una chica grande con una melena rubia y ojos saltones. Watson no podía dejar de pensar en cuan bella era. Entonces le preguntó a Emily:

- ¿Por qué está ella aquí?

Los tres volvieron a la realidad y se giraron para ver de qué hablaba Watson. 

- Eso, ¿por qué está Samantha en hibernación?- preguntó curioso Sherlock.

Emily empezó a ponerse nerviosa y a palidecer. Se pegó a la pared y respiró profundamente. Abby la presionó para que contase qué hacía Samantha allí dentro. La doctora no tuvo otro remedio que confesar:

-Está bien, os lo contaré. Samantha ha sido fecundada por un alienígena y alberga en su vientre la descendencia. Fue un plan de los altos mandos, parece que en otra estación espacial hubo un problema con una invasión de extraterrestres. Mataron a todos los que estaban en la nave pero Samantha fue la única en sobrevivir, por razones desconocidas. Ahora quieren al alienígena para investigarlo, pero no quieren que suponga problemas en la Tierra así que lo llevamos a otra estación. La M88 no está vacía, está repleta de gente esperando nuestra nave. Mi papel era vigilar su desarrollo y evolución. 

Sherlock, Watson y Abby tenían la boca abierta. A Holmes le faltaban datos. ¿Qué era entonces lo que había partido a Logan? Abby no se podía creer lo que acababa de escuchar. En ese momento de rabia dijo:

- Tenemos que sacarla del estado de hibernación, quiero hablar con ella. Emily, abre la cápsula. Es imposible…

- No creo que sea buena idea capitana, el cambio de temperatura y la presión de la…

- ¡Qué abras la puerta Emily!

Emily, sin alternativa alguna, abrió la puerta. Un vapor blanco y espeso salía de la cápsula. Samantha despertó y abrió los ojos poco a poco. Las piernas le fallaron y cayó al suelo. Emily fue a ayudarla y a ver cómo estaba. Samantha empezó a abrir los ojos de una manera desmesurada. Sherlock leyó en ellos que pedía ayuda. De repente, de su estómago emergió un bicho pequeño y negro que se abalanzó sobre la cara de la doctora. Emily gritaba de dolor mientras el alien se apoderaba de su rostro. Abby, sin pensárselo ni un segundo, cogió su pistola y disparó al ser, que cayó junto a la doctora Emily. Watson soltó un grito de espanto. Sherlock, Watson Y Abby salieron corriendo por donde habían venido. Abby gritó:

- ¡Por aquí! ¡Tenemos que llegar a la sala de evacuación!

Los tres llegaron a la sala de evacuación, una habitación con 8 pequeñas naves de eyección. Se pusieron con prisa los trajes espaciales sin hablar. Entonces Sherlock dijo:

- Esperad un momento. No creo que sólo estuviese el alien al que acabas de matar. Creo que hay otro, el que partió a Logan. Si dejamos que el transbordador llegue a la estación espacial M88, el alien acabará con toda la gente de la estación. No podemos dejar que entre allí.

- Tienes razón Sherlock. ¿Qué solución planteas?

Sherlock no le hacía caso, se había quedado mirando el suelo. Una sustancia goteaba del techo y corroía el metal. Lentamente levantó la cabeza y descubrió un monstruo enorme negro salivando aquel líquido.

Dio unos cuantos pasos hacia atrás sin apartar la mirada del bicho hasta que Abby levantó la cabeza y observó lo mismo que Holmes. La capitana sacó su pistola y disparó hacia el alien al cual le hizo una herida que empezó a sangrar. Lo que Abby no sabía era que la sangre era ácida. Un poco cayó sobre ella y la quemó. Lo siguiente que pudieron percibir Sherlock y Watson fue la cola del alien saliendo por la puerta. Abby ya no estaba. Sherlock miró a Watson y le dijo: 

- Sólo quedamos tú y yo, compañero. 

Watson temblaba de terror. Mientras, Sherlock empezó a programar una de las naves hacia la tierra y le pidió a Watson que entrase dentro. Entonces Watson dijo:

- Holmes, ¿tú no vienes?

- No, he de acabar con esto y resolver qué es lo que está pasando. 

- Te ayudaré- dijo Watson mientras trataba de salir de la cabina.-Lo engañaremos juntos y nos salvaremos.

Sherlock esbozó una media sonrisa.

- No puedes ayudarme en este momento Watson. Es mejor que te vayas. 

En ese mismo instante Sherlock pulsó el botón de eyección y la nave en la que iba Watson salió disparada al exterior. 

- Vuelve sano y salvo compañero. 

“Compañero”

Una voz grave había sonado en su mente. Se giró y allí estaba, esperándolo. Siguió oyendo la voz en su mente.

“Sherlock, soy yo.”

-¿Cómo puedes estar en mi mente?

“Tú tienes una mente superior a los demás y por eso puedo comunicarme contigo.”

No le sorprendió lo de la mente superior, sino la capacidad del alien para relacionarse con él. Entonces dijo:

- ¿Qué haces aquí?

“He venido a salvar mi especie, recibí una llamada.”

- ¿Vas a matarme?

“No, aniquilar una mente como la tuya sería un desperdicio. Sin embargo, quiero hacerme con la nave y para eso tienes que marcharte, Sherlock.”

Justo lo que no quería oír. Debía hacer algo para que se marchase el alien y no él. Entonces algo se iluminó en su cerebro.

- Si quieres que me marche entonces estarás de acuerdo en hacer conmigo una apuesta.

“¿Qué tipo de apuesta?” 

- Yo te planteo un acertijo, si lo resuelves, entonces yo me marcharé y tú podrás hacer lo que desees. Por el contrario, si contestas erróneamente te marcharás de esta galaxia. 

El alien, confiado, aceptó. 

“Está bien, ¿cuál es el enigma?”

Sherlock dijo:

- En la función seno, cuando la x tiende a más infinito. ¿Cuál es su límite?

El alien, sorprendido, usó la lógica.

“La función tenderá a la periodicidad.”

Sherlock sintió un gran alivio y una sensación de victoria enorme. 

- No, no existe.

El alien se quedó paralizado, había fallado. Y ahora debía cumplir su promesa. Subió a la cápsula y se quedó mirando a Sherlock. Le dijo:

“Nos volveremos a ver, Sherlock.”

Y pulsó el botón de eyección. Sherlock se quedó mirando cómo se marchaba por el espacio. Una parte de él deseaba volver a verlo.

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